lunes, octubre 16, 2006

Curiosidades

Escarbando un poco en unos posts antiguos, he encontrado un enlace a la wikipedia sobre el Dilema del Prisionero. Estudiado por la rama de las matemáticas de la teoría de juegos, es un juego sencillo y conocido, en el que si dos prisioneros cooperan (no se traicionan) obtienen una condena pequeña; si uno de los dos no lo hace, el que coopera se lleva una condena grande y el otro queda libre, y si ambos no cooperan (se traicionan)... entonces la pena es máxima para los dos.

El problema estriba en que no hay comunicación entre ellos, así que tienen que tomar las decisiones arriesgándose. Hay muchos ejemplos en la vida real de estas situaciones, como el de dos países que se lanzan a una carrera armamentística.

Bueno, pues ahí entre otras muchas cosillas interesantes cuenta cierto punto que me ha llamado la atención. Es cuando habla de las estrategias ganadoras en el juego. Teniendo en cuenta que cada jugador sólo busca el bien de sí mismo, dice que las estrategias más exitosas son las que cumplen las propiedades:

  • Agradables: el jugador nunca traiciona (no coopera) al otro primero. Osea que tiene que ser traicionado una vez, para empezar a traicionar.
  • Vengativo: debe vengarse de su oponente, así cuando es traicionado debe traicionar cierta cantidad de veces. Así se envitan que otros jugadores "malvados" exploten al jugador.
  • Capaz de perdonar: de vez en cuando olvidan la traición, y cooperan aunque hayan sido traicionados la vez anterior. Por ejemplo, con una probabilidad de entre el 1% y el 5%.
  • No envidiosos: no intentan conseguir puntuaciones mayores que la de su rival.

Así que resumiendo, jugadores egoístas que sólo quieran las mejores puntuaciones, usarán estrategias agradables, no envidiosas y capaces de perdonar. Yeso me da qué pensar, porque "estrategias" como esas son las más usamos todos los días en nuestras relaciones con los demás; y me pregunto si en el fondo de lo que entendemos como generosidad o bodad no habrá cierta parte, quizás inconsciente y enterrada, asumida de alguna forma, de qué es lo mejor para nosotros a largo plazo en un sentido puramente egoísta.

Es curioso hasta qué punto meten las narices las matemáticas vaya.